viernes, 12 de mayo de 2017

Ercole Lissardi - EROTOPÍAS, PORNOTOPÍAS -

Durante el trabajo conjunto con Ana Grynbaum desarrollando y profundizando el concepto de erotopía, mismo que estaremos presentando en el MALBA a partir del 29 de junio, según los links que siguen: https://www.youtube.com/channel/UC8x2sTsemSXzT_2IFH3A_Qw y
http://www.malba.org.ar/evento/curso-erotopias/ , hemos advertido la existencia del concepto de pornotopía, desarrollado en direcciones diferentes por Steven Marcus, en The Other Victorians. A
Study of Sexuality and Pornography in Mid-Nineteenth-Century England (Basic Books, New York, 1964), y por Beatriz Preciado, en Pornotopía (Anagrama, Madrid, 2010).

Ambos desarrollos del concepto son interesantes y me propongo comentarlos en lo que sigue.




STEVEN MARCUS

En The Other Victorians Marcus analiza la literatura pornográfica producida durante la Era Victoriana. En el capítulo final, Conclusión: Pornotopía, presenta el concepto de pornotopía.
Refiriéndose al período que estudia, Marcus dice: “El género literario al que las fantasías pornográficas –particularmente cuando se presentan como ficción pornográfica- tienden más a parecerse es el de la fantasía utópica. Llamo, pues, a estas fantasías pornográficas pornotopías”.

A efectos de confirmar la adecuación de esta denominación pasa, entonces, a mostrar hasta qué punto las ficciones pornográficas funcionan como utopías.

-Muestra cómo para el relato pornográfico es mayormente indiferente el lugar en que la peripecia acaece. Si da alguna precisión de lugar, la olvida apenas dada.

-Muestra asimismo que la peripecia pornográfica acaece fuera del tiempo, como en una burbuja en la que los vectores temporales no inciden en absoluto. La única temporalidad vigente es la implícita en la mecánica sexual.

-Muestra también que en la ficción pornográfica la naturaleza no existe. El único paisaje es, metaforizado, el cuerpo femenino. En cuanto al hombre, no hay tal. Lo que hay es un enorme pene adjuntado a la figura masculina. Un órgano que no es natural sino sobrenatural.

-Muestra cómo en el relato pornográfico ningún elemento natural vale en sí mismo, sino para facilitar la acción sexual: un bosque o unos arbustos sirven para esconderse y copular, una lluvia sirve para quedarse en casa y copular. Y así siguiendo.

-El relato pornográfico es, también, la utopía de la abundancia fisiológica y la plenitud sexual: la potencia de los hombres y la lujuria de las mujeres no conocen límites. Marcus ve esta opulencia como el síntoma de lo opuesto: “Dentro de cada pornógrafo, dice, hay un niño chillando porque el pecho le ha sido retirado”.

-En la pornografía pura, concluye Marcus, toda consideración de lo humano más allá de la sexualidad, queda excluida. Las relaciones entre las personas son puras combinatorias. El relato pornográfico excluye de su interés todo lo que no sea lo sexual. Construye una utopía en la que el tiempo, el espacio, lo subjetivo, lo intersubjetivo, todo queda excluido, excepto las variaciones y las combinatorias de lo sexual. No se interesa en las personas sino en sus órganos.

Las conclusiones a las que llega Marcus al considerar a la pornografía como un universo utopista en el que nada existe más que las mecánicas de lo sexual, me parecen totalmente atendibles.

De hecho esa misma es la noción de pornografía que –sin conocer la versión de Marcus- he venido manejando en entrevistas desde la aparición de mis primeros libros, y que formulo así en mi libro de ensayos La Pasión Erótica. Del sátiro griego a la pornografía en Internet (Paidós, Buenos Aires, 2013):
“La pornografía es un tipo de discurso cuyo único objetivo consiste en la representación del acto sexual humano. No le interesa ningún otro aspecto de la experiencia humana, por más vinculado que esté a la peripecia sexual: no le interesa la calidad ni la intensidad del deseo, ni las peculiaridades psicológicas, ni el contexto social y tampoco la lectura política o metafísica que pueda hacerse de la relación. Sólo le interesa la exhibición tan detallada como sea técnicamente posible de la cópula humana” (pág. 89).




BEATRIZ PRECIADO

En cuanto a la utilización del término pornotopía por Beatriz Preciado, hay que comenzar diciendo que ignora olímpicamente que fue acuñado 46 años antes por Marcus.

Preciado utiliza el término pornotopía para designar un constructo cultural en el que un lugar real, vinculado a la producción de pornografía (enclave pornotópico lo llama), mediante la promoción mediática se convierte para el ciudadano de a pie en el lugar en el que accede imaginariamente a los goces del sexo con las más exquisitas modelos y performers de pornografía.

El lugar concreto que Preciado estudia en su libro es la mansión Playboy (entre 1959 y 1974 en Chicago, desde 1974 en Los Angeles), hogar de la figura central del Universo Playboy, Hugh Heffner, en el que supuestamente vive una vida de fiestas sexuales perpetuas.

Al enclave y su relato lo llama Preciado pornotopía Playboy.

(Otro ejemplo de pornotopía en el sentido preciso en que utiliza Preciado el término sería la pornotopía Horn Valley, o pornotopía San Pornando Valley, en la que el enclave pornotópico sería el Valle de San Fernando, en California, que desde los 70’s y durante casi dos décadas fue la Meca de la producción pornográfica mundial).

La utilización del término que hace Preciado es interesante, y se acerca en realidad a la noción de erotopía que manejamos en el curso. La limitación es que sólo se adecua a constructos generados desde el universo pornográfico. El término erotopía puede eventualmente incluir a los constructos pornográficos como un caso entre los otros.

Por lo demás me parece razonable proponer que la erotopía pornográfica Playboy encaja perfectamente como la evolución natural, en la segunda mitad del siglo XX, de la erotopía del harén, que Ana presentará –admirablemente, pueden creerme- en la tercera clase del curso del MALBA, cuya transcripción tendremos más adelante en este blog.

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